viernes, 7 de septiembre de 2012

Santander: entre la bahía, la mar y la cruz de San Andrés


Cría fama y échate a dormir. Hay muchos casos en los que el cliché construido sobre un territorio o una persona prevalece sobre cualquier realidad, investigación o noticia que puede provenir de dicha zona o persona. Es una forma de simplificar. Ya dicen que el diablo está en los detalles. Por eso hay mucha gente, inducida o no, que trata de obviarlos, suprimirlos e ignorarlos. Por nuestro bien. No vayamos a descubrir que la realidad es mucho más compleja de lo que se nos presenta habitualmente. Uno de esos casos es la ciudad de Santander.

El mismo nombre de la ciudad tiene mucho que ver con todo esto, y es que dicen que viene de San Emeterio y San Celedonio, los santos patrones martires. Aunque la realidad puede ser otra. Para empezar, ambos son de origen calagurritano, ciudad cuyo topónimo, en origen, es Kalagurris, es decir, uno en euskera, como en su mayoría el pueblo llano beronés, a pesar de tener una dirigencia noble y militar de origen celtíbero. Por otro lado en época romana se la denominó Portus Vitoriae, aunque se desconoce si tuvo otro nombre. A los romanos y sucesores les gustaba fundar ciudades sobre ciudades ya existentes, como el caso de Pompaelo sobre Iruña (la ciudad, literalmente) o Vitoria (Victoria) sobre Gasteiz. Y es que todo puede provenir del monasterio que se erigió en la Edad Media en las proximidades de la ciudad, en la época en que, con base en Castilla, se pretendía “cristianizar” Cantabria. Antes se habían producido las guerras cántabras (del 29 al 19 antes de nuestra era). Es algo recurrente. Aunque en el caso de Santander se suele obviar, curiosamente, a la parte cántabra.
Por otro lado está el hecho histórico de la conquista de Sevilla. En 1248, Santander participó, junto a otras villas del cantábrico, en la batalla por la conquista de Sevilla, recibiendo como recompensa un escudo de armas que contiene las imágenes de la Torre del Oro y el río Guadalquivir. Pero, lógicamente, no fué la única. El escudo de Avilés es buena muestra de ello. Y hay que tener en cuenta, para valorar el contexto, que ya se había producido la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212, cuando el Rey de Castilla, con la connivencia del papado (actor político además de espiritual), obligó bajo excomunión al Rey de Navarra (a quien tan sólo 12 años antes el castellano le había robado la mitad de su reino, traicionando el Laudo arbitral de Londres de 1176), además de la situación obligada respecto al Señor de Bizkaia, que reclutó soldados con las mismas amenazas que luego se usarían en 1512 para la conquista definitiva sobre la Navarra peninsular.
El 4 de mayo de 1296, las villas costeras cantábricas formaron la Hermandad de las marismas, que agrupaba a Santander, Castro Urdiales, Laredo, Vitoria – Gasteiz, Getaria, San Sebastián – Donostia, Bermeo y Hondarribia. Su objetivo era fortalecer su posición comercial con respecto a la competencia del otro lado del Golfo de Bizkaia, sobre todo en el comercio de lanas y harinas con las villas de Flandes e Inglaterra. Y esto es algo que no se tiene en cuenta, porque, como dicen los franceses, sería un gran motivo para un profundo jumelage, esto es, hermanamiento, en la actualidad. Pero, como se verá, este hecho, precisamente, de unión vasco-cántabra, fué motivo para buscar su eliminación, como se verá.
En el siglo XIV se la define como sólo dependiente de la monarquía, sin deberse a ningún otro señor feudal, exceptuando las prerrogativas del abadengo. Sin embargo, un siglo después, el 25 de enero de 1466, el rey Enrique IV de Castilla cedió la ciudad al Marqués de Santillana, lo cual provocó la sublevación de los habitantes, que consiguieron la revocación de la orden real el 8 de mayo de 1467. No se suele explicar, en cambio, que la ciudad de Santander respondió junto a la ayuda de las demás villas de la Hermandad de las Marismas en una batalla acaecida cerca de la hoy Catedral de Santander. Se alzaron en contra del Marqués, en defensa de su anterior status. De ahí el lema de la ciudad, que incluye lo de “Muy noble siempre leal”. Para 1490 los reyes católicos acabaron por abolir la Hermandad de las marismas, permitir la fundación de la Hermandad de las cuatro villas, cosa que sucedió precísamente al haber cedido el puerto de Santander al Consulado de Burgos, que, lógicamente, tenía otra mentalidad, y dejo morir por inanición el puerto cántabro. Para así poder usarlo a su antojo.
Son conocidos los casos del “Cabo Machichaco” o el incendio de 1941, pero no demasiado el juego que se trajo la ciudad cuando se iba a constituir la provincia, primero de Cantabria, luego de Santander, y a quien pertenecía o con quien hacía parte en los 3 siglos que van desde la supresión de la Hermandad de las marismas. Hay mucho interés en desconocer las relaciones con el Señorío de Bizkaia. Es el gran olvidado de la historia. A cambio se produce un asturianismo militante de lo más curioso. Dejando de lado la presunta conexión con Castilla. Voluntaria, claro. Durante el reinado del rey Alfonso XIII de España, Santander se convirtió en el lugar de veraneo favorito de la corte. En 1908 la ciudad construyó y en 1912 regaló al rey el Palacio de la Magdalena. Como el caso del Palacio Miramar en Donostia. Pero esconde ciertas cosas. Como que el topónimo verdadero es Montehano. Como la vecina isla de mogro, redenominada de mouro. Así como que en la ceremonia de entrega de las llaves hubo regatas de traineras, concursos de siega (segalaris), tiro de cuerda (sokatira) y bolo cántabro. Algo que se ha olvidado, negando lo propio, para asumir lo ajeno.
El palacio de la Magdalena se convirtió durante la Guerra Civil en hospital, además de sede de la UIMP, la universidad internacional menendez pelayo, y también el lugar donde actuó “La Barraca” de Lorca. Asimismo fué sede temporal, tras la caída de Bilbao, del Gobierno Vasco y, tras la toma de Santander, su campa será campo de prisioneros republicanos hasta 1949. El Lehendakari Aguirre partió desde la ciudad de Santander con el Negus del ejército vasco hacia Biarritz. Y es que hay que decir que en ese momento había unos 200 000 vascos refugiados, volviendo a ser, temporalmente, una ciudad vasca. Y hay que señalar, por justicia, que el Gobierno Vasco y el EBB hicieron todo lo posible por, una vez visualizado que el frente norte estaba condenado, trasladas las tropas a otro frente. El de Aragón, por ejemplo, vía Catalunya. Tras todas las negativas de un ejecutivo republicano (que tenía prácticamente la guerra perdida por su derroche y ceguera ideológica en sus inicios), es cuando se produce el acuerdo de Santoña. En una época en la que Asturias lisa y llanamente declara su independencia, de la mano de la Federación Socialista Asturiana, cierra las fronteras. Sirva de modelo su ejemplo solidario. Por otro lado la Magdalena refleja lo que fue una realidad: la existencia de campos de concentración, prisioneros de guerra y trabajadores forzados.
La ciudad de Santander, capital de la Cantabria de hoy, tiene muchas vetas, muchas capas que conviene explorar, ya sea debajo de una horrorosa carpa en la plaza porticada, en el ámbito de cueto en búsqueda de un castillo navarro, o mismamente en sus gentes, pues el legado histórico, sedimentado por el paso del tiempo, acaba por depositarse en algún lado. Sólo hace falta encarar la investigación del pasado sin apriorismos, sin apasionamientos fatuos, y con la suficiente apertura de miras para buscar todos los datos. Y cuando se tengan, entonces, poder juntarlos, y tener una visión coherente, acorde a la realidad, la de verdad, más allá de un tópico que, por más conocido que sea, por más labrado que esté, no deja de ser eso: un tópico.

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