lunes, 28 de noviembre de 2011

Hacia el futuro: articulación teórica del tercer espacio


“Si no cuidas lo tuyo, otro llegará y lo hará sentir suyo!”. Esta frase emotiva, emocional, que mueve y motiva es un buen arranque para explicar que significa y que podemos entender por el tercer espacio. A pesar de que aquellas teorías que explican lo propio nacieron contra el absolutismo y a favor de los derechos ciudadanos, como pudieron haber sido el regionalismo y el nacionalismo, a día de hoy hay muchos elementos que lo tratan de empañar. Y es porque algunos, desde los otros dos espacios, lo ven como una amenaza a sus intereses, contrario a sus aspiraciones y que limitan sus posibilidades de éxito. ¿Porque? Veamos unos apuntes.


Todo ser humano nace libre e igual en derechos. Bien. Derecho humano básico, junto al derecho a la vida. Pero todo ser humano nace en comunidad. Una comunidad de seres que le da sustento, contenido material y espiritual. Le da el formato de aprendizaje de las herramientas de utilería social, como es el medio de comunicación: la lengua, entre otros. De ahí que en las cuevas las pinturas fueran su especie de escuela, en los meses de obligado encierro, de lo que al salir se iban a encontrar. Muchos elementos están conectados, aunque no sepamos muy bien cómo.

Las comunidades humanas evolucionan, evolucionan los reinos, los estados y demás formas de estructuración social y política, evolucionan las formas de gobierno, llámese absolutismo, monarquía, república u otra, evolucionan las lenguas, y se van conformando nuevas mayorías donde antes sólo existía la nada. Y por supuesto, desde este enfoque conceptual la adecuación a los nuevos tiempos que se producen es fundamental. Por eso la base debe ser, y es, la articulación de base democrática de todo el movimiento que aspire a defender, promover e impulsar lo que uno es. Es la suma de voluntades lo que engrandece y fortalece el tercer espacio.

El primer espacio vendría a ser el centro derecha, representado, se supone, en la mitología, por la burguesía. Por aquella burguesía que hizo la revolución francesa y americana. Y se le supone derecha porque en los estados generales de la Francia revolucionaria se sentaban a la derecha. Y la izquierda, en la parte contraria, con el mito del proletario, base de las revoluciones rusa y china. Pero a esto ya respondió con claridad un destacado diputado del tercer espacio en el congreso de los diputados: “Si es que derecha es ser opuesto a los avances legítimos de la democracia en contra de los poderes absolutos, si esto es ser derecha, nosotros somos izquierda.” Y lo decía un demócrata cristiano. Y es que en realidad el tercer espacio desde la concepción presente, debe ser considerado el primero. Pues estamos tratando de señalar que realmente son dos las ideas: a quien le importa la realidad de una comunidad, y por ende, del territorio que la habita, y aquellos que en base a otros cálculos, apuestan por sus intereses, alejados completamente de la comunidad a la que, incluso, pueden pertenecer, con falsos cosmopolitismos, y falsas visiones universalistas.

Patria es humanidad, decían en américa latina. Y más concretamente, que la mejor y mayor aportación que un pueblo puede hacer al mundo global, a esa aldea global, es apostar por construir su propia aldea, su propio ser, su propia identidad. Construir … a partir de los ladrillos ya existentes. No inventar nada. Allá donde exista voluntad de autogobierno, bien, donde quieran más, pues eso, y donde menos, es respetable. Pero siempre con claridad y meridiana precisión en los términos y apostando por la diversidad. Y su reconocimiento. Por eso hay que huir del mundo surgido de los rescoldos de la edad media, estático, y que centra sus voces en las palabras universidad – una versión – y uniforme – una forma, tendiendo a reconocer, potenciar y hacer visible el pluralismo que pueda haber en las sociedades. Las realidades rara vez se ven en blanco o negro. La gama de colores es amplia, y ahí es donde está el sector, el espacio al que se quiere aludir, en el arco iris.

Un apunte necesario en este momento es señalar que hacer del particularismo virtud no tiene porque ir ligado al egoísmo. Existen otras realidades, otras comunidades, más o menos lejanas, emparentadas o no en cultura, relaciones económicas, sociales o políticas, o simplemente por el mero principio de solidaridad entre comunidades y pueblos en el mundo. Porque lo que reconozco para mi, los principios morales, pueden ser asumidos por otras comunidades o pueblos que así lo decidan libremente. Y puede que soliciten cooperación. En ese marco el tercer espacio es el espacio de la solidaridad sincera y efectiva. Hacer de lo particular algo universal es un reto necesario.

Pensar el ayer para fijar el mañana. El pasado es fundamentalmente necesario para entender la comunidad. Nada nace en el eter, ni es etéreo. Ni tampoco cualquier investigación “científica” es absolutamente aséptica, puesto que a diferencia de un entorno aislado en el laboratorio para una planta, en la realidad el investigador social no deja de ser un actor participante y sujeto a incorporar, de una u otra manera, prejuicios, ideas preconcebidas, marcos conceptuales previamente construidos, o elaborados por alguna de las partes implicadas en el estudio. Por supuesto el ayer no debe marcar el ritmo de los del mañana. Una teoría del siglo XIX señalaba que no era posible reformar las constituciones de los países, entendidas como las formas de organización de las comunidades, porque debía contarse con el consenso de todas las generaciones de ciudadanos de esa nación. Ya fueran vivas o muertas, del siglo XII o del XIX. Lógicamente era una trampa. Hoy sabemos que la mejor manera de manejarse es que los que hoy viven en la comunidad son los indicados para afrontar el reto de auto-organizarse y decidir cual ha de ser el destino de dicha comunidad. Sin más limitación o imposición que su propia voluntad, o aquellas que libremente estén dispuestos a aceptar.

Ejercer el liderazgo del tercer espacio supone saber cuales son las necesidades efectivas de la comunidad, ya sea en los ámbitos de la pesca, la agricultura, la ganadería, la industria, la sanidad, la educación... todo el abanico de posibilidades que tenga el territorio en el que dicha comunidad se asienta en la actualidad. Para hacer posible que sus beneficios reviertan en dicha comunidad. Y estructurarla de tal manera que sea como un reloj, con engranajes bien engrasados, y que funcionen acompasadamente, en pos de un objetivo común, que es la suma de las voluntades individualmente cuantificadas, y es el bien común. El bienestar y la prosperidad de la comunidad es fundamental para el progreso de sus individuos. Y esto no es que sea de derechas o de izquierdas, es un compromiso con el principio básico de que todos los seres humanos nacen iguales en dignidad y capacidades, que es uno de los 30 artículos de la declaración de derechos humanos de la ONU, de 1948. Y que señala que, como ese, los demás son indivisibles e irrenunciables.

Para afrontar estas realidades, en dichas comunidades, la estructuración del tercer espacio en el mundo moderno se suele realizar mediante formaciones políticas (recordemos, primer espacio conceptualmente, pues los otros dos espacios normalmente vienen acompañados por estructuras en formato franquicia, tele-dirigidas, y sin capacidad de decisión en el entorno de la propia comunidad). Su estructura y composición ha de poder ser lo más apegada a la realidad de dicha comunidad y estructurada como el territorio en el que se habita, con sus particularidades interiorizadas en la forma de actuar y de elaborar los proyectos, puesto que este hecho es algo que los otros espacios no harán, porque ni podrán ni querrán. Porque su realidad no es esa comunidad, sino otra, generalmente una realidad más cercana a la mitología y a un relato mantenido en el eter, que a algo palpable, y que normalmente a poco que se rasque, salta la pintura exterior y deja la posibilidad de profundizar en la construcción de ese relato propio de la comunidad a la que uno pertenece, asentado en una determinada tierra, y que le ha dado sentido a una trayectoria, que constituye la base del “como hemos llegado hasta aquí”. Que sirve para saber con mayor claridad los ingredientes de los que uno puede nutrirse. Y en un mundo globalizado esa es la base, el ser y saberse ser, del valor añadido, de aquello que la comunidad en cuestión puede articular, como algo distinto y propio, apegado a uno mismo, y que puede ofrecer al mundo. Nutrir su modus vivendi. Su modo de vida.

Una vez tenidos en cuenta estos principios generales, es decir, la base profunda y sinceramente democrática, participativa e inclusiva, de suma la mayor cantidad posible de voluntades, sin adoctrinar ni coaccionar, sino con la palabra, el dialogo y el convencimiento, el reconocimiento de la realidad de la propia comunidad, y de sus potencialidades, su estructuración sobre un proyecto propio, independiente, surgido en dicha comunidad, ya se tiene algo en claro. A partir de ahí surgirán discursos sobre ofrecer posibilidades para generar pan para hoy y pan para mañana, empleo de calidad, oportunidades para los jóvenes... aspectos sectoriales, que son muy importantes, pues primum vivere, primero vivir, luego filosofar, que dijo aquél. Dicha herramienta es fundamental entendido como el instrumento de hacer posible el crecimiento, tanto material, como espiritual de dicha comunidad. Nunca confundir la herramienta con la propia comunidad. Cada cosa tiene su espacio. La herramienta es parte de la comunidad. Y como tal, debe reconocer, inequívocamente, que, para bien o para mal, hay otras herramientas, otros instrumentos. Sean en formato franquicia o no, es decir, que puede haber más de una herramienta en el propio tercer espacio. Una enfocada al ámbito político, otra al cultural, otra … son opciones que pueden darse. Según el modelo que pueda existir en cada comunidad determinada.

Por ir dando conclusión a estas ideas sobre el tercer espacio, esto es, el espacio inequívocamente propio, de la comunidad a la que uno pertenece, el que siente como propio, ha de ser precisamente eso. Aquel en el que uno se sienta cómodo, en el que cada uno que venga nuevo, con su relato, sea capaz de incorporarlo sin dificultad al relato colectivo, en el que interactúen todos lo elementos que comprenden la comunidad, y a todos los niveles en que se estructure dicha comunidad. Las realidades complejas no pueden ni deben ser un obstáculo a la suma libre de adhesiones, con una voluntad de implicar a quien sea, sin prejuicios, puesto que, ampliando el significado, habría que recordar aquella cuña radiofónica: “cuando un monte se quema, algo suyo se quema”. Y es que, al fin y al cabo, la comunidad humana a la que pertenecemos, y por ende, el territorio físico que ocupa, es lo nuestro. Lo que nos hace ser lo que somos, desde el respeto indivisible a lo individual y a lo colectivo, el ser nos llena, nos cubre y nos identifica. Como sucede en el conjunto de la comunidad humana, o aldea global. Apostar por todo ello es sin duda signo de racionalidad, y una apuesta inequívoca por el futuro. Un buen futuro para todas y todos. Porque otro no va a venir a hacer estas labores. Y porque reconocemos que no tenemos otra comunidad, ni otra tierra. Esta es la nuestra. Y, por responsabilidad, lógico es encargarse uno mismo de todo ello. Entre todos, cuidar de lo de todos, es generar conciencia. Porque si uno quiere ser mañana una gran empresa, debe empezar a actuar hoy mismo como si lo fuera. Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.

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