sábado, 22 de octubre de 2011

Un escenario Post - ETA

Euskadi y Navarra, y los estados español y francés en su conjunto, afrontan un futuro sin ETA. Experiencias de finales de la violencia hay muchos en el mundo. Y alguna lección, en su caso, tal vez se pueda aprender. No hay que cerrarse a beber de otras experiencias, aquellas que se hayan saldado con éxito, por supuesto. Y es fundamental tener en cuenta que el proceso puede ser largo. El reconocimiento del daño infligido es la piedra sobre la que erigir la reconciliación y la superación de las consecuencias del conflicto violento, expresado en acciones terroristas. La sociedad futura ha de poder vivir en paz y el libertad, con las heridas restañadas y cerradas, la herida de la violencia supurada y superada, y abordar todos los temas, sin exclusión ni limitación desde el diálogo, la negociación y la política. Palabra y acuerdo, democracia en suma.



El escenario Post – ETA requiere de mucha generosidad, es cierto, por parte de los agentes implicados, porque la complejidad de resolver un conflicto armado así lo requiere. Y es que de un tiempo a esta parte se ha venido manipulando y terjiversando la realidad del conflicto y sus posibles vías de solución. Hasta se ha intentado manipular a las víctimas, tratando de usarlas como ariete político, cuando, vergüenza tendría que dar, en la segunda mitad de los años 70, 80 y primera mitad de los 90 eran sistemáticamente olvidadas... por el poder central, porque aquí también habrá que poner en valor lo hecho por el Gobierno Vasco y el departamento del Interior, con, por ejemplo, Juan Mari Atutxa a la cabeza, también víctima de 6 intentos de asesinato. La apuesta por la paz y la reconciliación ha de ser global e inclusiva. Y la memoria ya se ira tejiendo, con calma y reposo, sin olvidar nada ni a nadie, pero con rigor, seriedad, y avanzando hacia el futuro, sin renunciar al pasado, pero sin que nos condicione en lo que tenga que venir, en lo que decidamos que tenga que venir.


Evidentemente, en el escenario Post – ETA, y no es una novedad, por un lado hay que cerrar esas cuestiones “técnicas”. Como que hacer con los 700 presos en cárceles francesas y españolas, que hacer con los expatriados, que hacer con los familiares de las 829 victimas mortales, y de aquellos que no murieron, pero que arrastran las secuelas físicas y morales de atentados terroristas, que hacer con los actuales comandos, en la clandestinidad... probablemente alguna salida habrá que darles, eso si, combinada con la pertinente aplicación de la Justicia a quien se lo merezca, por los delitos cometidos. El Código Penal y los demás instrumentos de Justicia tienen la suficiente capacidad de maniobra como para acertar en las medidas adecuadas para favorecer el progreso del proceso.

Euskadi y Navarra, el estado español y el estado francés pasarán a otro estadio, mejor y más justo, más libre y más democrático, con otros debates, otras problemáticas y otras perspectivas, de ahí que sea para profunda alegría de todos, y así debe entenderse, el poder dejar atrás ya a ETA.

Y, finalmente, aunque no es lo menos importante, los asuntos políticos los decide la sociedad, el pueblo vasco es el depositario de su futuro, así debe serlo, única y exclusivamente, sin que haya ningún agente, como ha sido ETA, que intente su tutela y guía. Hasta en Libia, campo de entrenamiento de años, el hermano guía es ya cosa del pasado. Por tanto, se abren las oportunidades, y se cierran las excusas, a que el verdadero conflicto político sea asunto de debate, discusión, y, tal vez, acuerdo entre las fuerzas políticas vascas, con la ayuda de las fuerza sociales, económicas y empresariales, religiosas … en definitiva, de la realidad social vasca. Porque la realidad a futuro pasará, en cualquier caso, por implementar más fórmulas y procedimientos democráticos, muchos de ellos ya experimentados en Europa y América, con éxito, y porque hay que poder darle cauces a las vías legitimas, pacíficas y democráticas que las sociedades puedan aspirar para sus deseos y anhelos de futuro. Y estará, por fin, en nuestras manos.

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