sábado, 30 de julio de 2011

Identidad Cántabra e instituciones: un reto de futuro

Ciudadanos de un lugar llamado mundo no es sino el lema de un comercial, pero refleja una ideología que no se nos revela como tal, y es la del cosmopolitismo vacuo y sin sentido. El ser humano, históricamente, ha nacido en comunidad, ya sea en una familia, la unidad comunitaria más cercana, o en un barrio, castro, ciudad, valle, comarca,etc. Es en este entorno en el que adquirimos nuestras habilidades sociales y personales. Obviar este hecho es tan errático como lo ha sido durante mucho tiempo el abandonar los derechos humanos individuales a su suerte, pues si bien nacemos y nos desarrollamos en comunidad, todos tenemos el derecho inalienable a ser nosotros mismos. Tanto en individuo como en comunidad. Y conjugar ambos elementos es fundamental para encontrar, preservar y proyectar nuestro lugar en el mundo. Que yo resumiría en nuestra apuesta de ser para decidir por nosotros mismos.



El caso cántabro me resulta muy interesante porque, como todo, hay que ir profundizando, capa a capa, para ir enterándote de cual es la realidad cántabra. Que, por supuesto, cuenta con su propia identidad, demostrada a lo largo de la historia. El día 28 de Julio es el día de las Instituciones Cántabras. Empezando, como no, por la Casa de Juntas de Puente San Miguel, donde se reunían las Juntas Generales de Cantabria, con, como no, su Diputado General. No en vano, hasta la remodelación del estatuto de 1998 seguía existiendo la etimología de Diputación Regional de Cantabria. Las instituciones actuales se denominan Gobierno de Cantabria en el ejecutivo y Parlamento de Cantabria en el legislativo. Por otro lado está el día 15 de Agosto, día de la Montaña, hoy conocido como Día de Cantabria. Lo fundó Ambrosio Calzada, cuando era alcalde de Cabezón de la Sal, en 1967, y tuvo una importancia fundamental a la hora de iniciar el proceso estatutario de 1981. Y por otro lado tenemos el 15 de Septiembre, día de la virgen de la bien aparecida, y que el gobierno “regional” en 1982 denominó como fiesta oficial de Cantabria. Y, además, tenemos a principios de Julio el día infantil de Cantabria, impulsado por ADIC. 4 fechas para recordar y reivindicar Cantabria.

Cantabria, como muchos otros territorios del estado español, sufrió el caciquismo del siglo XIX, las guerras carlistas (por algo Ramales tiene el apellido “de la victoria”), incluso el proceso de implantación del republicanismo y del socialismo (como lo demuestra, cosas de la historia, el propio municipio de Santander y la composición de su corporación municipal). Lo que no tuvo es el nacimiento de un elemento político, si del ámbito regional-costumbrista, a semejanza de los Blasco Ibañez en Valencia o Emilia Pardo Bazán en Galicia, o desde el punto de vista constructivo un estilo neo montañés, enlazado con el neo vasco (visualizable en las zonas nobles de Santander y Getxo), probablemente porque quien tenía el poder económico, y por ende, el poder político, tenía ligazones fuertes con la burguesía de Castilla, y, por ello, no encontraba razones para buscar un nuevo equilibrio, o un nuevo pacto. De ahí, tal vez, que Cantabria, y Santander más concretamente, se convirtiera en destino preferente de la nobleza castellana y de la Monarquía. Símbolo de lo dicho es el Palacio de la Magdalena. Esto es historia. Tanto como el intento de realizar un estatuto de autonomía en plena guerra para “Santander”, Burgos y Palencia. Sólo que las dos últimas estaban ocupadas por el enemigo fascista. Por cierto, entre los franquistas había un especial odio a Cantabria. Pues decían que cómo era posible que una Provincia que había dado sus votos a la derecha en la segunda república no se hubiera alzado junto al glorioso ejercito nacional el 18 de Julio de 1936. Cosas de la historia, que hay que contarla entera. O por lo menos reconocer que hay más de lo que se cuenta oficialmente.

En este punto hay que analizar las estructuras políticas. Y claro, uno trae el marco conceptual que le es propio, en este caso Euskadi. La cuestión, como en todo, es comprender el marco conceptual, práctico y de desarrollo de cada cual sin querer extrapolar, exportar o imponer aquello que nos es propio a nosotros a los demás, pues como dice el lehendakari Ibarretxe la formula de la innovación es I+D+I, pero con un +K, de Kultura, que cada pueblo ha de colocar la suya y es insustituible.

Cuando se habla, alegremente, de adelgazamientos y de reducciones de administración, no se revela sino una falta absoluta con el autogobierno de los territorios. Porque, por otro lado, en el Estado Francés, han tenido que modificar su estructura cantonal y regional, para adaptarla al marco conceptual, no sólo de la subsidiariedad, sino de la propia distribución de ayudas y subvenciones de la UE, que no se da a los estados, sino a los entes sub-estatales. Y con unas características muy específicas. El elemento nuclear es que la viabilidad de un entramado institucional, en cualquier orden, no lo da el ser mayor o menor, sino el estar bien o mal gestionado. Es la capacidad de hacer de un organigrama algo cohesionado y que funcione más importante a que sea del tamaño de una nuez y que pueda ser sobrellevado hasta por el estado más pobre del planeta. Porque si el tamaño fuera importante Luxemburgo hace mucho hubiera cedido parcelas de su gobierno a la cercana Alemania, o estados europeos como Eslovenia, Eslovaquia, Croacia, Andorra, Mónaco, San Marino o la misma Dinamarca no tendrían razón de ser. O si la cuestión económica fuera la razón de la existencia de los estados o de los entes políticos Albania jamás habría nacido a la estatalidad. Seguro que hay muchos ejemplos a nivel subestatal en el propio marco europeo.

Dentro del marco del estado español se debe entender la volubilidad de las instituciones sub estatales dentro de un marco en el que la propia democracia ha sido un elemento nuevo, de que la I República duró un suspiro, la II duró 6 años, y que Franco se murió en la cama, dejando el franquismo sociológico y que, por ende, la distribución territorial del estado ha seguido el mismo camino. Y que jamás se ha creído en serio en comunidades o entidades territoriales, pues la ideología es otra y el sentimiento identitario de las clases dirigentes en el estado español han sido otras. Y se debe poder plasmar esto en la historia tal que en buena medida el estado español moderno nace en un marco del Siglo XIX, tras la aplicación (a su manera) del jacobinismo venido del Estado Francés. La unidad de mercado en un estado-nación era la prioridad de la monarquía española borbonica. Es en este contexto en el que nace la actual España. Y hace tabula rasa de lo que había antes, como el resto del Reino de Navarra, liquidado en 1841. Hay que decir que en este contexto son la burguesía vasca y la catalana la que creen que pueden hacerse, junto a la burguesía castellana, con las riendas económicas y políticas del estado. La historia que se conozca hay que contarla como es, aunque duela reconocerlo. Y añado. En Euskadi hay un recelo crónico que se manifiesta en que para imponer su modelo y su visión, la burguesía vasca ha tenido siempre que imponerse con ejércitos venidos, en buena medida, de fuera del País Vasco. Pero estábamos con Cantabria.

La identidad de un territorio históricamente se ha venido sustentando en cultura, idioma, tradición, unas señas de, valga la redundancia, identidad, es decir, unas señas que identifiquen a una comunidad, que las hagan partícipes de un hecho colectivo común. No son las señas las que crean la comunidad. Es la comunidad, con su raigambre y esos elementos propios los que van elaborando los elementos que la hacen distinguible entre si y ante el resto de la humanidad. La primera y fundamental es la comunicación, la lengua. En Cantabria está el idioma cántabro como elemento propio. Y zonas de transición hacia al astur y al euskera en las zonas entre Asturias y Cantabria y entre Cantabria y Bizkaia, sobre todo en las Encartaciones. Y el Castellano, claro, que actualmente es el idioma predominante en la Comunidad. Hay otros símbolos, como el lábaro (foneticamente muy similar al lauburu vasco y con alguna relación, probablemente, con el Trisquel astur). Pero, en la edad que nos toca vivir, hay otros elementos que deben sustanciarse en el significado y contenido de una identidad, para darle empaque y consistencia en nuestro siglo XXI.

El marco conceptual debe, a día de hoy, basarse en el ser. El ser cántabro es una parte de ello. Y dentro del ser está el desarrollo del yo, y de la comunidad (familiar, comarcal y “regional”). Pero este desarrollo ha de tener sustento en lo material, porque sin el no hay posibilidad para favorecer el despliegue de todo el potencial comunitario. Y esto se concreta en varias cuestiones. La primera de todas es el marco natural y territorial, que ha de ser ordenado de tal manera que el desarrollo sea armónico y sostenible, sin agotar los recursos naturales y sin sobrecargar las áreas de impacto humano en el territorio. Y esto está contemplado, aunque no desarrollado, en el actual estatuto de Cantabria con el concepto de las comarcas (o valles, entiendo yo). En Euskadi tenemos los Planes Territoriales Parciales, los Planes Territoriales Sectoriales... etc, de los que posteriormente se descuelgan los PGOU, pero siempre marcando límites y estructurando el territorio desde una óptica global y coordinada. En el caso concreto del Gran Bilbao tenemos dos entes, Bilbao Ría 2000 y Bilbao Metrópoli 30, que, con independencia del color político, coordinan e implementan, con criterio distributivo e intentando que la competencia interterritorial sea mínima, hacer que el territorio en su conjunto sea el beneficiado. Y, por supuesto, manteniendo un tejido económico propio que, ante crisis como la actual, mantengan diversificado el origen de los recursos, pues una sociedad, de la entidad que sea, sin potencial económico, no es posible se sustente en el tiempo. Por eso, aparte de los generadores eólicos o del propio turismo, que están muy bien, es mala noticia el cierre de la papelera de Besaya, porque es tejido económico cántabro. Y aquí también hay que luchar como elemento de identidad cántabra, como se hizo en su día con Agua de Solares, que un iluminado quiso cerrarla, y a día de hoy sigue existiendo (y, por cierto, es mi agua de cabecera).

La identidad Cántabra, como tantas otras, posiblemente, tenga que ser inclusiva, además de los elementos culturales, los elementos naturales y de ordenación del territorio, los elementos de una economía propia, los elementos de un desarrollo propio desde una visión desde y para Cantabria, puesto que si no la hace Cantabria, no la va a hacer nadie. Y por supuesto, con impacto de la innovación, fundamental. Sin negar quien uno es, avanzar hacia lo que uno puede llegar a ser, y, aunque esto de la innovación no sea precisamente nuevo, es ir un paso por delante. A mediados del siglo XX, por citar un ejemplo, el terror de las ferias de maquina herramienta eran los vascos. Iban a todas, copiaban, lo trillaban, lo mejoraban algo, y revendían el producto con más éxito que el original. Y probablemente de esos barros vino que la feria de la maquina herramienta de Bilbao sea la más importante de Europa y segunda del mundo. Es un ejemplo. Ya conocemos la historia, que pesa, y es que desde el “que inventen ellos” (refiriéndose a Europa) hasta el que no estáis maduros para recibir la competencia de innovación (la ministra española, días antes de concretarse la transferencia a euskadi de dicha competencia), se repite el marco conceptual de que el desarrollo propio ha de ser avanzado con esfuerzo. Pero como sin esfuerzo no hay premio, hay que apechugar y responder a los retos propios, porque no hay otra tierra que esta: las y los cántabros no tienen otra comunidad más que esta, que es la suya, que es la que les es propia, que es la que les duele, la que les preocupa, la que deben, y seguro que es así, querer que prospere, y que avance, y que con ella sus ciudadanas y ciudadanos mejoren su nivel y calidad de vida.

El reto de futuro seguramente sea demostrar, una vez consolidadas las instituciones propias, que Cantabria es capaz de llevar las riendas de su futuro, que el entramado institucional actual y futuro depende en gran medida de los gestores, es decir, de las personas. Que las entidades, instituciones u organismos, per se, ni son buenos ni malos, y que han de ser bien utilizados para poder ser útiles para el bien de todos. Un mal instrumento puede ser bien utilizado, y una buena herramienta puede ser mal gestionada por alguien que no sabe como se usa, o, peor, que la quiere, en el fondo de su corazón, tirarla a la basura, o revenderla a su vecino. Apostar por la identidad cántabra no implica sino apostar por el desarrollo socio económico en Cantabria, a nivel local, comarcal y “regional”, con arreglo a los criterios de desarrollo sostenible, subsidiariedad (en el marco de la UE), y de vertebración e interconexión del territorio de tal manera que las sinergias sociales, productivas, de todo tipo, hagan que la suma sea mayor que el agregado de sus partes tomadas individualmente. Y, seguro, otros elementos no citados, que tendrán su importancia. Santander y Cantabria acumulan suficiente potencial propio para construir una identidad Cántabra propia fuerte y cohesionada. En buena vecindad, sin recelos ni malas historias, con vascos, astures y castellanos. Pero, evidentemente, para todo esto, son las y los cántabros los que deben hacerlo. Y a buen seguro que ya están en ello. Más que nada porque las bases están ahí para ser aprovechadas. Y merece la pena.

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