viernes, 23 de marzo de 2012

Los sitios de Zaragoza


Ha pasado el bicentenario de esos hechos tan recordados de esa denominada guerra de la independencia, contra el infiel francés, ese que pretendía traer una nueva forma de gobierno, que “triunfó” en un territorio en el que poco menos de un tercio de la población del estado hablaba francés, antes de la revolución francesa iniciada en 1789, y que, aunque terminó en “victoria” para las armas hispano-británicas (más británicas que hispanas), quien ganó, ideológicamente, fue el francés, como se ha visto dos siglos después. Los sitios de Zaragoza son interesantes pues pueden compararse con el de Stalingrado. Solo que, a diferencia del ejemplo soviético, en el caso aragonés fue por la decisión de un sólo hombre: José Palafox.

El primero de los sitios de Zaragoza dió a luz uno de esos mitos, el de la llamada Agustina de Aragón. Y es que en una de las puertas de la ciudad, murieron todos los defensores, y una mujer decidió hacer uso del cañón a su gusto. Un suceso que empieza y termina ahí y que no tuvo más recorrido. Pero el mito ha perdurado. Dicho sitio costó a las y los zaragozanos la pérdida de 3 000 vidas. En una ciudad que, por cierto, era, según dicen las estadísticas, la tercera, y en algunos casos la segunda, del estado en 1805. Cosas que tiene la historia, pero lo peor estaría por llegar.
La realidad nos dice que hubo un segundo asedio a la ciudad. Y que fué el que se prolongo en el tiempo. ¿Fue necesario? Pues la verdad es que no. ¿Que supuso en realidad? Pues veamos, según lo que relata Bruno Cardeñosa, recogiendo el relato de otros, que, para empezar, traicionó, dejo vendido y listo para sentencia al ejercito del General Castaños en Tudela, Nafarroa. Por otro, que con su llamamiento a todas y todos los aragoneses a refugiarse en Zaragoza, descubrió un flanco de 300 kilómetros en el sistema defensivo, con lo cual abrió brecha por la que pudieron introducirse, sin problemas, los franceses. Si esto fuera poco, permitió que los franceses, casi sin luchar, tomaran casi todo Aragón, libremente. Y, para terminar, por decir algo, juntó en una “ratonera”, es decir, en un sitio reducido, y perfectamente golpeable desde muchos puntos, como es la ciudad de Zaragoza.
José Palafox era un militar de la vieja escuela, clasista y aristocrático. Fue el instrumento de su clase para mantener los privilegios locales. Y que llegó a decir que “hay la diferencia del hombre que ha recibido una buena educación y un buen nacimiento, que nunca olvida sus principios. Y a fé que fué así, cuando mandó recultar a todo mayor de 16 años entre los residentes e “invitados” a Zaragoza. El resultado fue que acabaron muriendo, en este segundo sitio, entre 54.000 y 70.000 ciudadanas y ciudadanos. Y eso que en Zaragoza, antes de la guerra vivían 48.000 personas. Pero como se ha dicho, arrejuntó “voluntariamente” intramuros a casi toda la población aragonesa. Tal es así que los propios franceses estaban horrorizados por que un “responsable” español mandara a la muerte a casi toda la población que había en la ciudad. Una decisión de resistencia que, como se ve, fué precedida de abandonar la lucha en el campo, para hacerla palmo a palmo, cuando ya fué inevitable, dentro de la ciudad.
Desde la Edad Media existía una máxima, tan cierta como inevitable. Y es así, cuando el segundo sitio de Viena en 1683 (el primero había sido en 1529), fué en una de las paredes de la muralla, en una panadería, en la que se detectó el mayor intento de superar las defensas, siendo concesión real el hacer un bollo con la forma del símbolo de los atacantes, pues la alerta temprana de esos panaderos permitió que no cruzasen el umbral de la ciudad y se tuviera que rendir. Así surge el croisant. Y es que, era práctica habitual, que cuando el enemigo rompía las defensas de la ciudad, esta se rendía. Pero en Zaragoza no sucedió eso, por primera vez. Probablemente siguiendo ese dicho que se hizo famoso en mayo de 1940: Dunkerke resistirá hasta el último francés para que se pueda salvar hasta el último inglés. Y se luchó calle a calle, palmo a palmo. Porque para Palafox los ciudadanos eran chusma sacrificable. Envió a la ciudad a un suicidio colectivo, dado que la victoria era el todo imposible. El mismo ya se había encargado de que así fuera, mucho antes de decretar el cierre a cal y canto de la ciudad, como se ha podido ver anteriormente.
“Después de muerto hablaremos de eso” llegó a decir Palafox. Pero el no murió en la defensa. Fué capturado, y años después canjeado, en un tratado, en 1813. Y como el manto de la guerra tapó las ideologías de cada cual, se convirtió en liberal, liberal sobrevenido, con una carrera que le llevó lejos, basado en mitos, que en realidad esconden matanzas inútiles, sacrificios heróicos pero que sirvieron para poco más que elevar a los altares un holocausto voluntario de una persona hoy calificada de histórica y a la que se dedican plazas, calles, edificios y demás parafernalia. Cardeñosa cita la siguiente frase: “Desde que nacemos nos entrenan para ver más que pedacitos. La cultura dominante, cultura del desvínculo, rompe la historia pasada como rompe la realidad presente; y prohíbe armar el rompecabezas”. Es una cita de Eduardo Galeano. Al que, por cierto, estando en la escuela le dijeron algo de un conquistador “español” que fué el primer ser humano en ver las aguas del pacífico y el atlántico a la vez. Levanto la mano y preguntó si es que acaso los indígenas de la zona eran ciegos. Lógicamente fué expulsado de clase.
Esta historia, que seguramente será rebatida por muchos, y que golpea ese ideario construido a golpe de mitos, iendo desde la construcción a la realidad, primero lanzando ha teoría, luego la hipótesis, y luego adaptando los datos de la realidad a lo que habíamos dicho que debía ser, y de ahí no nos podemos mover, pues la historia una vez escrita es inmutable y no se puede cambiar … se ejemplifica que los datos contradicen el mito, y que las realidades son más complejas de lo que se quiere contar. Y que queda mucho por investigar, conocer y relatar. Y muestra, además que no siempre nos tenemos que referir a algo relacionado con nuestra historia. Aunque bueno. Algo se podría decir de Ramón Berenguer IV, al que yo llamo, con cariño, el pederasta, por su matrimonio con Petronila “de Aragón”, a los 9 meses de nacer ella. Bien es cierto que se conocieron tiempo más tarde, posiblemente, cuando contaba con 12-13 años. Y era la hija de un abate, hermano del legítimo rey de Navarra. Cosas que tiene la historia, que tiras del hilo y te puede salir un Conde de Castilla, un Papa … o recordar que tiempo atrás de todo eso había dos reinos, uno era el Califato de Zaragoza y otro el Reino de Aragón, unido dinásticamente a Nafarroa (porque con Nafarroa fue Reino, con los condados catalanes fundados por Wilfredo el Velloso, fué símplemente Corona) … por cierto, Aran Goi se parece mucho al término Aragón. Y aquél Aragon eran los valles altos, es decir Huesca, y mucho tiempo después, siglo XVIII y XIX todavía se hablaba en algún lugar de por ahí el euskera, pues si hay leyes y decretos prohibiéndolo… Lo dicho, la historia, que tiene estas cosas. De ahí que, como hacen muchos, mejor sea dejarla como está, no investigarla, y continuar con lo que se nos ha contado hasta ahora, con el mito, la tradición … Ya les gustaría. Pues va a ser que no. Hay que seguir para que la gente pueda conocer la otra realidad de las cosas. Y tratemos de aprender un poco más aquello de que las cosas no tienen porqué ser siempre tal y como nos las cuentan. Y aquí dejo este ejemplo, el de José Palafox y los sitios de Zaragoza de 1808.

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