Muchas veces, casi todas,
son las que aquellos que están en contra del tercer espacio,
aquellos que no necesitan reivindicar nada, puesto que sus realidades
están establecidas e institucionalizadas, buscan destruir e
inutilizar el relato del otro, con el afán de quitarle argumentos …
o de intentarlo, claro. Porque el ayer es el suelo del hoy y el
impulso hacia el mañana.
El relato es la
descripción de lo sedimentario. De aquello que, bien acabara en
triunfo, bien acabara en fracaso, va conformando realidades, y mucho
antes, elementos que se van ajustando, en pasos primero cortos, luego
más largos, y van estructurando la sociedad y la comunidad.
Avanzando hacia consolidar dichas realidades.
No es posible hacer
posible una realidad política, jurídica e institucional partiendo
del hoy, o cometiendo la ficción de que la realidad parte de un
momento determinado, casi siempre determinado por otros, en una fecha
conveniente. Y muchas veces se trata de echar en cara cosas a los
miembros del tercer espacio pero sin darse cuenta de que esos
“pecados” han sido cometidos, tanto antes como después de la
fecha mitificada, por aquellos que acusan. Esos casos que inducen en
las contradicciones han de ser denunciados sin pudor y sin reservas,
pues al revés no habría ninguna duda en el actuar. El que se
arruga, pierde. Retrocede posiciones, no es capaz de defender a los
suyos y lo suyo y pone en evidencia ante los suyos que uno no es
confiable, que no es de fiar, que no se cree lo que dice. O que lo
que dijo “ayer” hoy no tiene validez.
El contrato con el pueblo
llamado programa electoral o de gobierno, en el caso de los partidos
políticos del tercer sector, han de ser el pacto de honorabilidad.
Prometer aquello que se vaya a poder implementar, y, sin duda, que
todos ellos respondan a un relato común y propio de las realidades,
siempre cambiantes, eso si, pero con un cogollo o matriz común, un
diagnóstico variable en un marco general claro del hoy … que
responda al marco de lo que fue el ayer. Decía Braudel sobre los
procesos de corta y larga duración, y hay realidades que se
sustentan no ya en décadas, sino en siglos. Y todo aquello que uno
no reflexiona, bajo el prisma y el punto de vista propio, es dejar
contar el relato a otro, muchas veces al enemigo. Y lo que uno no
dejaría hacer en el caso del propio progenitor, no debe hacerse
sobre las generaciones precedentes de la comunidad.
El relato y la memoria
son, por tanto, fundamentales, tanto por el conocimiento de lo que
uno es, de donde viene, cual es la propia entidad de la comunidad a
la que uno pertenece, como por hacer frente al día a día sin ir a
salto de mata, sino con raíces, hacen más que necesario abrir a la
profundización de hacer visibles esas realidades tanto dentro como
fuera del tercer espacio. Porque muchos pueden cortar antes de
empezar, diciendo “todos ya sabemos eso”. ¿Seguro? Igual se cree
saber, o se conoce una realidad capada, cortada, mutilada, bien
manipulada, bien simplificada, bien conociendo el continente y no el
contenido, conociendo las personas pero no sus obras … y desconocer
las causas de las realidades, a qué responden, de donde vienen, las
razones profundas.
Es muy necesario el
profundizar en estas labores, no sólo por descubrir, o re descubrir
lo oculto, sino por hacer visible los mitos y las mentiras. Hay
partes de la historia en las que el conocimiento de ellas es mínimo,
se coge la parte que se interesa y la otra se descalifica y se
pretende destruir, invisivilizar, hacer como si nunca hubiera
existido. La realidad es la que es, y el relato, para ser verídico,
ha de incluir todos los elementos. Ha de partirse de los datos
objetivos y sobre estos construir las teorías e hipótesis
correspondientes, y no al revés. Porque si se va con prejuicios o
con elementos valorativos que mediatizan la profundización del
conocimiento, entonces, no vamos a darnos cuenta de lo que nos
vayamos encontrando en nuestro viaje hacia los saberes de la propia
comunidad. La memoria, o es completa o no es memoria.
Veamos una frase que
resume lo anteriormente señalado:
“La
memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por
el poder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse
de la memoria y del olvido es una de las máximas preocupaciones de
las clases y de los grupos, de los individuos que han dominado y
dominan las sociedades históricas.
Los olvidos, los silencios de la historia son reveladores de estos
mecanismos de manipulación de la memoria colectiva”
(Jacques
Le Goff, El
orden de la memoria )
Para
que nada de esto quede en el olvido, en cada
época deben realizarse nuevas tentativas para arrancar a la
tradición del conformismo heredado que pretende dominarla.
Hoy, nos encontramos ante un discurso de corte progresista donde
están implicados todos los actores políticos que aceptan la
oficialidad, un discurso que elimina a los que han desaparecido, a
los que fueron fusilados y represaliados sin que se les haya hecho
justicia. Y ello, porque la cultura y la política son actuales y
para los presentes, para los vivos. En el fondo, la facilidad y la
felicidad, de alguna manera, están reservadas para los triunfadores,
para los que mandan.
Mucha
gente todavía comulga con la tradición heredada.
Es por ello un deber reunir esa memoria para poder construir un
relato propio, en el que cada individuo pueda reconocer la parte que
aporta al todo, y que dote de identidad histórica a cada miembro y
al conjunto de la comunidad. Esa comunidad a la que el tercer espacio
quiere y aspira a representar, a la que aspira a conformar, a
integrar, a vertebrar. Y responde a la relatividad del tiempo, del
que muchos se han servido … y a los que muchos han aludido. ¿El
ayer es pasado, o futuro? ¿Hay futuro en el pasado? ¿El futuro es
presente, ya?
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