Cuando a un pueblo se le
quiere atacar muchas veces se le intenta segar la hierba bajo los
pies, y aislarlo de sus vecinos, de tal manera que los vecinos
piensen, cada vez que se trata de insinuar el tema, en los
convencionalismos, en los códigos prefijados, simplismos que se
elaboran para evitar que vecinas y vecinos de ese pueblo en cuestión
miren detrás de la cortina y descubran que el todopoderoso mago de
OZ en realidad es un humilde señor bajito controlando una serie de
palancas. En el caso vasco, más concrétamente, contra los que
aspiramos a la asunción plena de las capacidades de ser y decidir
para el pueblo de vascas y vascos, siempre se ha aludido a términos
como maquetos, las maletas y el denominado Pacto de Santoña, como
elementos de extrañamiento, surgido de las entrañas del pueblo
vasco. Y si no, se dice que estos vascos se creen que tienen más
historia que los demás. Cuando nadie es más que nadie. Y cada cual
tiene su propia historia, y su propio relato que atender.