De un tiempo a esta
parte, como de manera añadida, se pudo observar en el llamado “Gran
Debate” de la cadena privada del vecino estado español, propiedad
del “mediaset españa”, corporación del Don italiano, Silvio
Berlusconi, la senda marcada pretende seguir la línea de Esperanza
Aguirre, con aquella propuesta, presuntamente improvisada, de
vaciamiento de contenido tanto hacia arriba como hacia abajo de las
Comunidades Autónomas. Eso si, creando lo que en Estados Unidos se
llama mandato-no-financiado. Que, en la práctica, ya sucede en el
caso de muchos ayuntamientos. Y es que muchos discursos públicos del
corte del de Aguirre, se compaginan con una práctica que resulta del
todo alejada del mismo, avanzando y profundizando en el monstruo, en
beneficio de los amigos. He aquí unas propuestas para el
“adelgazamiento” del estado de las autonomías.
Primera medida. Supresión
de la monarquía y de la Casa Real. O, cuanto menos, que le digan a
sus subditos y a los ciudadanos que nos vemos obligados a tenerle
como Jefe de un Estado que no es el nuestro, cual es el coste real,
con plena transparencia, de la persistencia de la monarquía,
llevando hasta las últimas consecuencias todas las comisiones de
investigación que puedan plantearse, tanto con Urdangarin-Cristina
de Borbon, como Marichalar-Elena de Borbon y el pequeño “Zalacaín
el aventurero”, que sigue los pasos del abuelo cazador de
elefantes. Y si, y más en época de crisis, quieren mantener a un
puesto de trabajo ligado de manera hereditaria a una familia, por el
simple hecho de llevar un apellido, viniendo por ello ligado vivienda
de por vida, suministro de ropa y alimentos, y sueldo vitalicio,
complementado por una serie de caprichos proporcionados por papa
estado.
Segunda medida. Nueva
distribución de las Comunidades Autónomas. ¿Como puede el estado
español permitirse 19 autonomías, 15 peninsulares, 2 insulares y 2
ciudades autónomas? Nada. Hay que fusionar, por la crisis, Euskadi y
Navarra, haciendo de esta una sóla comunidad. Y hay que fusionar las
tres Castillas. Porque en el café para todos hubo Comunidades
artificiales. Claro que si. Yo sólo diré una, y es Madrid. Castilla
una sóla autonomía, eso si, dejando libre la oportunidad a León,
por si quiere constituirse aparte. Ah, y fusionar, también,
Catalunya con Valencia y Baleares, en una confederación de hablantes
del catalán. Seguro que hay fórmulas cooperativas que pueden hacer
que todos se sientan a gusto. Y las ciudades autónomas, con
Andalucía, como, por otra parte, ya se planteó en los años 70 y
80.
Tercera medida. Supresión
de las diputaciones de régimen común. Fué el café para todos del
siglo XIX, y seguro que todas las comunidades tienen su propio y
antiguo sistema regional o comarcal de institucionalización, mucho
más apegada a la realidad de cada cual, que si se quiere, cara al
exterior, se puede homologar con el nombre de mancomunidad. ¿Como
hacerlo? Que cada comunidad tenga plena libertad para, una vez
suprimidas, a su vez, las provincias, se puedan establecer como nivel
intermedio, dentro de la libertad de las instituciones autonómicas,
los límites de dichas “mancomunidades”. Para un mejor
funcionamiento interno, y una gestión más cercana de los recursos.
Cuarta medida. Supresión
de varios ministerios. Como el de Sanidad, Educación, Cultura. Y
quizás alguno más. Sobre la base de los artículos 148 y 149 de la
constitución, y en el caso vasco y navarro en la adicional primera,
entre otros, hay competencias que están transferidas y, aún así,
los edificios en Madrid se encuentran incólumes y plenos de personal
y de actividad, a pesar del vaciamiento efectivo de competencias en
el centro del estado. No siempre se va a tener que mirar hacia los
mismos a la hora de recortar, ¿No? Hay una duplicidad evidente,
generada por el estado, en estas materias. Y si Bélgica puede vivir
sin ministro federal de educación, seguro que el estado español
también.
Quinta medida. Supresión
de las delegaciones del Gobierno. Ya, ya se que en el estado español
nadie se fía de nadie, pero son una evidente duplicidad. Si las
Comunidades Autónomas son los representantes ordinarios del estado
en dichas comunidades, su figura sobra, a no ser que en realidad todo
sean colonias del centro, y se visualice su figura como meros
vireyes, mandatados por el verdadero poder central, y que los demás
serían servidores temporales, con un poder cedido temporalmente,
pero no transferido realmente, a la espera de mejores tiempos, en los
que poder volver al viejo y añorado centralismo. Administración
única, ventanilla única para las administraciones, bajo el poder y
la dirección de las instituciones de la Comunidad Autónoma
correspondiente. Porque es absurdo, por ejemplo, que en Madrid haya
una delegación del gobierno en donde está el gobierno del estado y
el de la comunidad de Madrid. Son duplicidades evidentes.
Sexta medida. Fusión de
municipios. Porque no todos han de ser tan previsores como Eudel, o
las diputaciones forales como las de Bizkaia o Gipuzkoa, que ante
todo aquel que se quiere segregar se le deje, pongamos por caso,
Itziar respecto a Deba o Igeldo respecto a Donostia. Con normas
francas que establecen que hay un mínimo de 2000 habitantes para un
pueblo nuevo, se han cortado de raíz todo ese tipo de veleidades.
Porque todo en esta vida ha de tener una justificación. Lo mismo que
las tablas de gasto corriente en el apartado de personal, tanto
político como administrativo, según criterios, para saber entre que
baremos puede cobrar cada cual, dentro del ámbito municipal. Eso si,
en los municipios que son enclaves o exclaves, dejarles libertad de
voto para seguir como están o si quieren pasar a pertenecer al
entorno natural en el que están. Es más práctico que otras
soluciones aún más imaginativas.
Séptima medida. La
responsabilidad fiscal. No puede ser que algunos tengan
responsabilidad en el gasto y en el ingreso, y otros sólo en el
gasto. Quizás deberían establecer una especie de federalismo
fiscal. Y aunque no la comparta, aquí la dejo, como una de las
posibles medidas, ya que me han llegado tanto desde un socialista
andaluz que claramente reconoce que las políticas del PNV, en
especial las de corte industrial, son, a años luz más de izquierda
que cualquiera que haya tomado Zapatero y el PSOE, y, a su vez, se la
veo a un diputado de UPN en el congreso de los diputados. Y es, no
unificar por abajo, sino unificar por arriba. Dar a todos la opción
de tener su propio concierto económico, de una manera u otra, con un
nombre u otro. Responsabilidad en el ingreso, y responsabilidad en el
gasto. Cada cual en la medida de sus posibilidades.
Octava medida.
Voluntariedad competencial. No todas las comunidades han de tener que
tener las mismas competencias. Algunas deben poder la flexibilidad
de, si quieren devolver al estado algunas, puedan hacerlo, de manera
voluntaria. Eso si, si alguno quiere ejercer más competencias de las
que tiene, y puede hacerlo, también esa vía ha de estar abierta.
Porque, claro, o las cosas son de ida y vuelta, esto es, un circuito
de posibilidades abiertas, o estaríamos hablando de un guía-burros,
de un circuito que se cierra en si mismo, siempre en la misma
dirección: radial. Poder para el centro, para la periferia nada.
Sobre todo cuando el estado surge en el siglo XIX sin un centro claro
ni poderoso. Pero esa, es otra historia.
Novena medida. Valorar la
transferencia de servicios policiales. Hay unidades delegadas en
comunidades como Andalucia, Galiza, Valencia, Asturias, Aragón …
cuerpos policiales en Madrid (si, Madrid tiene un embrión de policía
propia), Canarias (la llaman algunos “guanchancha”), Navarra,
Euskadi y Catalunya. Es evidente que para las competencias atribuidas
en Euskadi (y Navarra, en su caso, también) no son necesarios 4.000,
6.000 u 8.000 guardias civiles y policías “nacionales”. Seguro
que por este lado se puede racionalizar y simplificar.
Décima medida. Fiarse de
las instituciones. Porque es cierto que el estado español se basa en
la desconfianza perpetua y sistemática, y por eso se van detrayendo
de las nóminas en vez de, como sucede en el resto del mundo, pagar
impuestos unas fechas determinadas. No se fían que para esas fechas
el dinero esté disponible, así que lo van sacando poco a poco. Por
si acaso. Porque igual, a lo mejor, te lo has gastado en mujeres u
hombres, en juego o alcohol y tabaco, vicios, según el estado, sean
estos u otros, en vez de dárselo a el. Quizás sea la medida más
profunda. Cambiar la concepción mental que implica dicho modelo de
administraciones públicas. El entender que, sea quien sea el que
tenga la competencia, en el fondo es lo mismo, la clave es la
generación de buenos modelos de gestión, que, por supuesto, el que
estén apegados a la realidad, bajo el principio de la subsidiariedad
de la Unión Europea, y de la plena autonomía de los estados para la
autoorganización (Bélgica pasó de ser un estado centralista a uno
federal dentro de la UE), puede hacer más eficientes y eficaces las
administraciones públicas.
Finalmente, y como
conclusión, más o menos, señalar que seguro que estas 10 posibles
medidas se pueden sistematizar mejor o peor, y añadirsele alguna
otra, pero quiere marcar unas ideas claras. Y es que el centralismo
no es la mejor de las recetas para colectivos humanos diferentes,
divergentes y de características plurinacionales y plurilingües,
que es forzar a algunos en beneficio de otros, y que si de verdad se
quiere racionalizar, se puede hacerlo. En la convicción, que la
tengan, que si en algún momento la mayoría de la población de esas
nacionalidades o naciones quiere abandonar, no hay nada que impida
llevar a cabo esa voluntad. Pues aunque no existiera el camino, nos
lo inventaríamos sobre la marcha. No por mucho centralizar van a
romper las ansias de libertad y autogobierno de los pueblos. Cuanto
antes lo entiendan, mejor podremos entendernos. Cuanto más tarde lo
entiendan, más lejos querremos marcharnos. Como Portugal y Andorra.
Sin ir más lejos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario