El futuro que Cantabria merece
25.07.10 - 00:33 -
SUSANA POVEDA RÍO JUAN CARLOS PÉREZ ÁLVAREZ |
Desde los tiempos de Corocota el verde, el azul y el blanco se entremezclan entre el cielo y la tierra de Kanta Erria, de la Cantabria infinita que reza la invitación al mundo a conocer los valles, las pedanías y los puertos de la zona más bonita del planeta... al menos para casi 600 mil personas. Una vez vista su capital, Santander, y sus alrededores, cabe concluir que el actual estado de cosas debe servir de estímulo para su modificación y solución, porque Cantabria se merece un futuro digno para sus gentes, uno para legar a las futuras generaciones instrumentos propios para superar la tradicional situación de estancamiento, sin mirar a los lados, a astures y vascos, porque tiene tradición, cultura y señas de identidad propias, sin depender de Castilla y abierta al mar cántabro, al mar Cantábrico, esto es, abierta al mundo, sin complejos ni padrinos, ambos absolutamente innecesarios.
Santander, que recoge casi un tercio de la población cántabra, es una ciudad ecléctica, que recoge industria y turismo. En una comunidad como Cantabria donde el tejido industrial se deshace por voluntad de unos pocos y la incapacidad de ser polo de atracción y mantenimiento de la misma, es un hecho a ser atajado, porque es la conjunción de los tres grandes sectores productivos los que podrán sustentar el futuro de Cantabria. En un momento en el que sus hijos más queridos y, por una vez, bien formados, se tienen que marchar por falta de trabajo, en especial el de mayor cualificación, sobre todo a la zona de Madrid.
La imbricación de puerto, aeropuerto y ciudad en un espacio relativamente cercano limita la capacidad de proyección hacia el futuro de la ciudad y de la comunidad. Pues quizás lo mejor sería trasladar hacía fuera de la bahía las actividades puramente industriales relativas al puerto, con un puerto exterior, y centrar la ciudad en un ordenamiento más racional, turístico y de servicios.
Cantabria, como se ha dicho, tiene un pasado, una cultura, una tradición, un relato propio, que nadie debería arrebatárselo al pueblo cántabro, porque le pertenece, y en virtud de su historia le podrían corresponder ciertos derechos, como podrían ser los derivados de la disposición adicional primera de la constitución española, la cual reconoce y ampara los derechos forales, del cual se podría derivar, con generosidad y amplitud de miras, el derecho a gestionar los propios impuestos, siendo obligado el pago a España aquellos servicios y actividades que tenga la obligación y la generosidad de llevar a cabo en territorio cántabro, y que no lo haga en exclusiva o por delegación el Gobierno cántabro.
Un sistema de convenio protegería el sueño de mantener la costa cántabra a salvo de especuladores y cementeras que han ya contaminado y hormigonado el 50% de la costa, para desgracia de sus moradores, haciendo una mediterranización del norte, lo cual no sólo va en detrimento de la madre naturaleza, sino que es por ser la única vía propia de financiación la que impulsa a los consistorios municipales a usarla. El convenio cántabro sería una garantía para amarrar las inversiones y financiar el futuro de la región. Y de dotar de infraestructuras y servicios a la que hoy es, en población, la 16ª de 17 comunidades autónomas, algunas de ellas surgidas por motivos artificiales, debido a la obligación pactada en 1981 de que para 1983 todo el territorio nacional debía estar compuesto por comunidades autónomas con parlamento propio, ambas cosas fuera del texto constitucional, pero recogido en esta interpretación de los dos grandes partidos de ámbito nacional.
Santander tiene un potencial turístico y de servicios. Si no recibe ayuda de España es por motivos estadísticos. Y es que al ser la cuna de uno de los dos grandes bancos españoles, el Banco Santander, y tener fijada en Cantabria su hogar la familia botín, su renta per capita sube por efecto estadístico, lo cual repercute en que en términos globales, su incidencia sea que le sube en el baremo de control para las ayudas estatales, pero la gestión de los impuestos derivados de dicha presencia se remitan a la gestión propia del estado.
Santander merece una mejora en sus comunicaciones. Tras el traslado del puerto al exterior de la bahía, existe la posibilidad de emprender reformas estructurales en el interior, para restaurar los muelles, dotándolos de infraestructuras destinadas al turismo y a la propia ciudadanía de Santander: un metro, un tranvía, de una o varias líneas, una red de barcos de recreo... Si el arenal se concentra en el interior de la bahía, pues se inventa el revolucionario concepto de playa-isla, para deleite y goce de turistas y nativos, haciendo una unidad de ciudad continua, conectada y con proyección hacia el futuro.
Por otro lado las infraestructuras comunicacionales en Cantabria deberían sufrir una profunda revisión. La estructuración de la comunidad en valles, debería llevar a estudiar una red propia de trenes y/o de autobuses basados en la propia estructura de valle, y evidentemente, para ello, un gobierno cántabro con convenio, capaz de recaudar y de generar ingresos propios debido a su iniciativa política y económica serán la garantía de que los proyectos relativos a este ámbito serán de Cantabria para Cantabria y por Cantabria. Para que la vertebración, integración y ordenación del territorio sea más coherente. En las montañas de Cantabria se guarda un tesoro que no debe perderse: la lengua cántabra. Parte del proyecto Cantabria, el que merece conservar el pasado para proyectarlo hacia el futuro, parte del reconocimiento y defensa de la riqueza y pluralidad de Cantabria. Y el tener una lengua propia, además del castellano, debería ser motivo de alegría y de defensa por parte de las instituciones privativas de la Comunidad de Cantabria. Educación, Infraestructuras, Desarrollo, Futuro, y presencia de Cantabria y lo cántabro en el mundo. Sin ningún tipo de complejo, atadura ni cortapisa. Una vez reconocido todo el bagaje no debe haber límite , siendo compatible con otras realidades institucionales, con sus proyectos y proyecciones, que la defensa de lo cántabro sea la prioridad absoluta de las instituciones de Cantabria, tanto en el ámbito español, como en el ámbito europeo, latinoamericano o mundial, con la apertura y mantenimiento de centros culturales cántabros, centros de negocio, y otros de representación institucional, en los que cuajen y se desarrollen la voluntad de apertura, pluralidad y desarrollo de toda Cantabria, de todas y todos aquellos cántabros, vivan donde vivan, para que llegue el día en el que, en plenitud de facultades, la comunidad suponga el reflejo en su integridad de la voluntad de cántabras y cántabros, y aquel lugar del que, lejos de comparativas con otros, sean capaces de sentirse orgullosos, haciendo gala de ello en España, Europa y el mundo entero. Cantabria tiene futuro y merece la pena apostar por él.
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